Jens Bücher es Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona - Jennifer Middleton y Jens Bücher. Tiene estudios privados en arte, psicología, epistemología, antropo-arquelogía, medicina tradicional china, iridología, alimentación, medicinas modernas (Heine, Popp, Nogier, Bahr) - entre otros. Realiza labores de investigación y desarrollo, creación de modelos de trabajo aplicables a los ámbitos de psicoterapia, psico-oncología, stress, capacitación, consultoría y cambios de estilo de vida.

Es gestor del modelo de trabajo empleado en las diversas actividades que se realizan en el CDP. Ha dictado cursos y conferencias, ha efectuado talleres y capacitación en los temas de liderazgo, enfrentamiento del stress, psicología funcional de M.Lüscher, Medicina China, Rilke y otros. Es director académico de los Cursos de Estudios Superiores que ha impartido el Centro (Psico-oncología, Medicina China) en Chile y Argentina y autor de los libros Fluir Vital, Ingeniería de la Acción, Estilo de Vida, El Escultor, Canto para barítono y orquesta, Lo Propio y la Traducción de Los Sonetos a Orfeo de Rainer Maria Rilke, .

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Jens Bucher ha escrito poesía desde su juventud. Siguiendo inicialmente los pasos de Rilke y Pasternak en cuanto a temática y contenidos, pero con un estilo simple y llano, ha desarrollado una cosmovisión arraigada en los orígenes del ser humano, en la integración emotiva, en autonomía y sentido de vida, y en la veneración de naturaleza y existencia.

psico-oncología
desarrollo y auto-realización
integración emotiva y autonomía, sentido de vida
stress: enfrentamiento de amenazas, higiene (manejo del stress), desafíos;
cambios de estilo de vida
salud: prevención de enfermedades
bioética: decisiones fundamentales, conflictos valóricos, derechos, comités asistenciales;
administración: creatividad, productividad

A comienzos del siglo XX el mundo científico europeo comenzó a mirar con sospechas y desprecio toda idea referida a una fuerza de vida, concepto que era vinculado al romanticismo del siglo anterior y por tanto, se suponía, no compatible con el concepto de ciencia en boga en esos momentos: reducción a causas analíticamente impecables, relaciones químicas y físicas rigurosas, herramientas estadísticas, instrumentos, cuantificación de energías inertes, etc. Algo tan vago e invisible como una fuerza de vida fue sacado de en medio y olvidado. Para paliar ahora lo desconocido durante la mayor parte de ese siglo se usaron eufemismos y términos tales como: el organismo reaccionó de tal manera, el paciente no resistió la noche, el tejido evoluciona favorablemente, tal proteína lleva a que se exprese tal gen, etc. Nunca nadie parece haberse cuestionado durante mucho tiempo qué es eso que inicia y sostiene una reacción, una resistencia, una evolución, una expresión genética - o con qué ayuda lo hace.

A mediados del siglo XX Hans Selye, el científico que describió por primera vez en términos neuronales, hormonales y bioquímicos la reacción de stress a amenazas del entorno, propuso el concepto de "energía de adaptación" de un cuerpo vivo, con el fin de explicar ciertos fenómenos y reacciones observables en laboratorio y en la vida diaria. Esta energía la consideró distinta a las energías inertes conocidas por todos nosotros, independiente de ellas, única para cada individuo y una sola para toda su vida. Demostró en ratitas estresadas estos conceptos recién enunciados: una ratita agobiada por stress, pero contando con todas las energías inertes necesarias para vivir, moría finalmente - habiéndole sumado una instancia más de stress - debido a la depredación completa y definitiva de esta su particular energía de adaptación.

A los científicos posteriores les resultó más atractivo seguir profundizando en la senda neuro-hormonal y bioquímica - últimamente se le añadió el campo de las energías electro- magnéticas inertes - que en la senda relacionada a esta "energía de adaptación".

Pocas décadas después, en un nivel de rigurosidad y claridad científicas inigualables por traductores anteriores, irrumpe en Europa la ciencia médica china - interpretada desde sus propias fuentes - en las obras de Manfred Porkert. El concepto qi, la energía dinámica de la persona y sus numerosas variantes, y el concepto xue, la energía somatizante de la persona y sus respectivas variantes, constituyen la base del concepto de energía de vida que sostiene - así los chinos - la vida de la persona. Los procesos vitales se desarrollan en escenarios funcionales cíclicos, complementarios y - lo más importante de todo a vistas de un científico occidental - relacionándose entre ellos en forma no causal sino inductiva.

La comunidad médica europea adopta progresivamente principios y prácticas de la medicina china, asombrada de su efectividad respecto a ciertas enfermedades, y de la simpleza, transparencia y poder de sus herramientas. El ejercicio de la medicina china se realiza hoy en innumerables lugares del mundo, y en los centros y laboratorios de investigación biológica de avanzada (incluidas estaciones espaciales) se aplica y estudian sus efectos junto a otros tópicos de importancia actual (genética, crecimiento, oncología, etc).

En medicina china las distintas fases de un ciclo se asocian no sólo a actividades circadianas en un sentido biológico restringido sino a la totalidad de las manifestaciones vitales de un individuo, incluidas proyecciones, acciones, emociones, influencias y cualidades biológicas y existenciales del vivir. El estudio de estos conceptos fueron la base para la creación aquí en Chile de una conceptualización nueva y distinta de "psicología", ahora ya no asumida como el estudio y conocimiento de procesos (y patologías) mentales y emocionales, sino como el estudio y conocimiento de la energía vital (el sentido original de la palabra griega psique) que sostiene la vida total de la persona (y en un sentido biológico más amplio que el acostumbrado en ciencias biológicas occidentales), energía que es asequible e influenciable desde múltiples áreas: estrategias de vida individuales, acupuntura, emociones, alimentación, acciones, fármacos basados en cualidades funcionales, sueños, intenciones, reflexión, etc. La "vitalidad" se ha convertido en el fundamento de desarrollo de otros muchos conceptos estrechamente ligados a ella: integración emotiva, autonomía basada en esta integración, sentido de vida con compromiso corporal, auto-realización biológica y existencial, prioridades vitales, adaptación (en términos de Darwin), ética, espiritualidad, etc.

Estos y otros conceptos relacionados (stress, cáncer, creatividad) han sido expuestos formalmente por el autor en Argentina y Chile desde el año 2004 en adelante en simposios de psico-oncología, de oncología, en universidades, en jornadas de medicina familiar y de salud, en talleres y conferencias.

El concepto de vitalidad constituye el fundamento teórico del trabajo clínico que se realiza en el CDP, de consultorías, talleres, etc. Buscamos fortalecer la vitalidad, el vigor de la persona (y con ello de su sistema inmune, entre otras funciones), y alejar los factores de stress biológicamente innecesarios, estimulamos su inocencia, su flexibilidad y su creatividad, validamos la expresión de emociones y de soluciones autónomas, y con todas las herramientas que conocemos nos esforzamos en ayudar a su auto-realización en los ámbitos que le son significativos: intimidad, salud, familia, existencia, ambiente social y natural, y otros según desarrollo y circunstancia.

La vitalidad, un concepto emergente del estudio de las obras de Charles Darwin sobre la evolución de aptitud vital, de Manfred Porkert sobre medicina china y de Rainer M.Rilke sobre la vida en general, y de cara a los cambios en la epistemología de las ciencias observados por Thomas Kuhn y muy especialmente por Paul Feyerabend, se inserta en un escenario ('relato') epistemológico como postulado científico con demandas de coherencia sistemática junto a otros conceptos relacionados, y con demandas de capacidad de repetición y por tanto también de previsión. Este escenario, a diferencia del causal-analítico en boga todavía, erróneamente, en las ciencias biológicas, se vale de una metodología conceptual de inducciones y síntesis (inductiva-sintética).

La vitalidad es un fenómeno perceptible indirectamente por sus efectos, y es indirectamente manipulable en sus condiciones. Podemos crear en ella tanto condiciones debilitantes y patogénicas como condiciones restituyentes y sanadoras, un tema de importancia en el ámbito psico-terapéutico, en el tratamiento y en la prevención de enfermedades y en la promoción de las actividades biológicas y existenciales que dependen de ella.

La vitalidad es el fundamento generador y sustentador de la vida y también de sus múltiples reacciones al medio que lo circunda. Corresponde a una energía bio-electromagnética (Popp) que ordena / dirige energías físicas. Genera corporeidad como una instancia circunstancial de sí misma. Es una energía individual y finita para cada persona.

La vitalidad se expresa progresivamente a través de funciones vitales - en gran medida no aprehensibles por nosotros - , de funciones biológicas tal como descritas en el ámbito de la medicina china, de funciones orgánicas así como definidas en medicina alopática, y en corporeidad. Esta corporeidad actúa a su vez como asiento de funciones orgánicas, éstas como asiento de las funciones biológicas alopáticos, éstas como asiento de las funciones vitales (medicina china), y éstas de la vitalidad, en un complejo sistema de relaciones tanto circulares como cruzadas.

Al decir de Werner Heisenberg, el cerebro se puede tratar como objeto y responderá como tal, pero este trato excluirá toda posibilidad de respuestas vitalmente significativas. Para obtener respuestas conductuales, emotivas o auto-reguladoras, es necesario acercarse al cerebro de otra manera. La ciencia reduccionista - restringida al ámbito de la entropía, nuevamente al decir de Heisenberg - no sirve en el ámbito biológico, el cual es regido (comandado) por fenómenos neguentrópicos / bio-electromagnéticos. El cuerpo es una instancia de energía vital acumulada y una instancia de energía vital posible. Las herramientas científicas que usamos para aprehenderlo son otras: sintetizadoras, observadoras, respetuosas de sus características, de los efectos expresados en él, de los potenciales guardados en su intimidad.

La capacidad para estar sanos, para tener ganas y fuerza, para esforzarnos frente al peligro, para crear y producir, para procrear, se expresa de forma única. Esta fuerza formadora de cada individuo, consteladora de su carácter único, y que en medicina china se evalúa como seña diagnóstica del estado de salud general de la persona (shen), nosotros la podemos usar como fundamento teórico de todo sistema inmune de esta persona. En este sentido el uso de un concepto de un sistema inmune ampliado es más ventajoso que el concepto limitado usado en biología comúnmente hasta hoy.

La integración de nuestras emociones a nuestra conciencia y a nuestra escala de prioridades vitales y existenciales es de importancia suprema. Planteamos la continuidad de temas biológicamente relevantes al expresar que respecto a ellos los temores, las necesidades y los anhelos pueden ser expresiones de intensidad distinta más que expresiones de temas distintos. Las emociones constituyen en todo animal el gran sistema informativo de intensidad y dirección de energías biológicamente relevantes.

Una característica importante de la vitalidad es su condicionamiento a ciclos, lo cual nos permite actuar no sólo negativamente sobre las condiciones en que se desarrolla sino también en sentido de restitución y ganancia de salud.

Hans Selye descubrió en Occidente lo que los chinos antiguos habían observado en la naturaleza a partir de otros medios científicos: que la energía 'adaptativa', qi renal en los chinos y vitalidad en este contexto, es única para toda la vida del individuo. Al ser el stress un poderoso utilizador de vitalidad y por tanto un depredador de ella, Selye demostró en su laboratorio que a más stress la vida es más corta para el individuo en cuestión.

El stress crónico depreda nuestra vitalidad y nos mantiene en altos niveles de tensión, y con ello interfiere vigorosamente en el desarrollo de las múltiples funciones biológicas que nos constituyen, acarreando esto un conjunto de efectos degenerativos en nuestra salud.

El sentido de amenaza que subyace a la reacción de stress no siempre se origina en el mundo externo, sino muchas veces se gesta a partir de nuestras proyecciones. Tanto actitudes pro-activas de enfrentamiento de amenazas existenciales como una permanente revisión de nuestras escalas de prioridades internas y de las proyecciones derivadas de ellas pueden ser herramientas muy valiosas a la hora de reducir el stress crónico en nuestras vidas.

Las personas tenemos la tendencia a contrarrestar la percepción de amenazas con tres estrategias básicas: el control sobre los acontecimientos, la creación y mantenimiento de redes inter-personales y la antelación al futuro. Si bien estas estrategias pueden ser ocasionalmente útiles parece ser más sano ir al encuentro directo (y realista) de las amenazas y enfrentarlas según lo determine su naturaleza.

Los cambios producidos por stress crónico incluyen cambios neuro-hormonales múltiples, tensión y deformación corporal, debilitamiento y represión de funciones inmunológicas, metabólicas, reproductivas, restitutivas, etc., hiperactividad mental, represión emotiva y sensual, y un alto consumo de vitalidad progresivamente menos eficaz.

El continuo Inocencia - Enfermedad (I-(F)-Vd-S-D-E-M) ha resultado ser una herramienta de trabajo muy útil a la hora de indagar por los procesos generales que llevan a enfermar. Este continuo parte de una Inocencia postulada como vitalidad biológicamente apta a las circunstancias evolutivas que dieron origen a quienes somos. Filtros resultantes de nuestra individual visión de mundo restringen nuestra percepción de realidad. Filtros valóricos llevan fácilmente a una Voluntad basada en el sentido del deber más que en ganas arraigadas biológicamente: las idealizaciones y las múltiples amenazas a su validez crean el escenario para la emergencia de Stress crónico. El camino hacia disfunciones (como se les quiera evaluar) y con el tiempo a alteraciones somáticas visibles, ahora la Enfermedad diagnosticable en el estrecho ámbito de la medicina alopática, está dado. Las enfermedades degenerativas y la cercanía de la muerte como resultado de una larga historia personal vivida de manera incorrecta de cara a nuestra evolución como especie son comprensibles ahora de una nueva manera.

Salud es definida en el mundo de la medicina china como la capacidad y la voluntad para proteger las funciones vitales guardadas en nuestra intimidad. Hemos agregado nosotros: y para desarrollar y expresar nuestros potenciales personales. Tenemos posibilidades de vivir más sanamente si ponemos nuestra voluntad al servicio de nuestra vitalidad más que al de nuestras ideas, y por cierto si expresamos quienes somos en vez de reprimirnos por stress frente a amenazas conceptuales/culturales de poca o ningúna importancia biológica.

La creatividad nace de nuestra vitalidad. Las personas sanas, descansadas, libres de impedimentos impuestos por reglas, normas, costumbres y obligaciones, las personas que aceptan de buena gana los vaivenes emocionales a que todos estamos expuestos en la vida diaria, y quienes integran sus emociones a una conciencia despierta y asertiva, logran niveles más altos de creatividad que personas estresadas, cansadas, enfermas o desganadas.

La integración emotiva antecede a una autonomía segura y osada. Ambas, integración emotiva y autonomía, son los pilares necesarios para vivir en un mundo donde las presiones comerciales, políticas y económicas parecen estar en contra de la emergencia de soluciones particulares, plenas de significado personal y social, soluciones con un alcance amplio y con una profundidad muy distinta a la superficialidad que marketeros de distintos ámbitos proclaman como ideal.

Trátese de encontrar soluciones a temas vitales, a problemas de auto-expresión y arte, a asuntos de salud y recuperación de enfermedad, a productividad en el ámbito del trabajo y de la creación de servicios y productos de valor, las competencias creativas que podemos desarrollar a partir de nuestra vitalidad, de nuestra experiencia y de nuestros conocimientos son casi ilimitadas.

Ofrecemos consultoría en creatividad, talleres y planes de desarrollo.

Conseguir trabajo y mantenerlo parece ser lo más serio e importante a lo que podemos aspirar. En un ordenamiento cultural marcado por la eminencia del poder del dinero y en detrimento de todo lo demás no parece haber muchos grados de libertad. No pierdas el trabajo si quieres mantenerte vigente en nuestra sociedad. Las abuelitas de antaño decían "no vuelvas tarde cuando ya oscurece". Hoy las abuelitas parecen decir (si es que no están ocupadas trabajando ellas mismas) "trabaja todo lo que sea necesario para que no te echen".

El mundo de la competencia ha tirado ácido sobre nuestras vidas, sobre nuestras redes sociales y familiares. En vez de ir juntos vamos separados. Competimos, desconfiamos, avanzamos a un mundo más incierto aún - estresados y temerosos.

¿Cómo vivir sanamente en este entorno? Enfrentando en forma más osada nuestros temores. Las personas que reconquistaron espacios de más salud, más calidad de vida, más probabilidades de auto-realización, han cuestionado el negocio que estaban haciendo con sus vidas, y pusieron en la balanza inversiones y beneficios, costos y satisfacción, peligros y ganancias, esfuerzos y recompensas, han mirado lo que pasa sobre esa balanza y han sacado conclusiones. Han aprendido a mirar con cierta distancia todo el afán actual, sabiendo en forma cada vez más clara, que la vida es una, y sólo una, y que ella no consiste en más cosas que comprar y tener. Han preguntado de nuevo si vale la pena tanta competencia, han reflexionado sobre la tensión interna vivida 24 horas por 7 días, han valorado, a expensas de una cierta seguridad económica, el hacer cosas por placer y no por utilidad, han vuelto a reafirmar el ser, el ser así sin nombre ni fin, el libre transcurrir de minutos y horas, y con ello han descubierto momentos de valor existencial ya casi perdidos para siempre en el apuro del diario vivir: el placer de sentir reverencia y gratitud por estar vivos, el respeto por su propia naturaleza, la libertad de cara a sus propios destinos.

No es fácil. Estamos tan acostumbrados, tan condicionados a aceptar lo que viene y seguir adelante, que resulta difícil cuestionarse estas cosas y más aun, cambiar el modo de vivir. Está la familia, la pareja, los amigos, personas queridas que sin embargo no siempre están listas para abrir un diálogo sobre estos temas. Es necesario algo más fuerte: una enfermedad, por ejemplo, la partida de un ser amado, una angustia creciente a cierta hora del día o frente a ciertas personas. Es muchas veces necesario un quiebre del corazón. No, así no quiero seguir.

A la gente joven sin embargo le está siendo más fácil ver las cosas con otra perspectiva. En Europa, en Estados Unidos, en nuestro país hermano, al otro lado de la cordillera, en Argentina, y en forma tenuemente emergente también aquí en Chile, los muchachos están practicando mucha gratuidad en temas muy sensibles a la comercialización y el dinero, como lo es la tecnología informática por ejemplo, pero también en otras áreas, en medioambiente, en turismo, en salud, en educación. Los muchachos hacen cosas porque les gusta hacerlas, porque ven sentido en lo que hacen, porque les gusta ayudar desinteresadamente. Están creando redes sociales de nuevo donde hasta hace poco había campos de batallas comerciales, están ofreciendo una mano generosa a quien está acostumbrado a ver desconfianza y agresión, están sonriendo de nuevo, por nada, o porque son felices. Son muchachos que no quieren seguir los pasos de sus padres, sino aprovechar las mil instancias asequibles para vivir en forma más simple y distendida, con más ganas, con más vitalidad, energía y salud que quienes les precedieron.

Fácil o difícil, el camino está ahí para quien quiere hacer una vida nueva, con significados personales y sociales más fuertes y naturales, para quien no quiere tener cáncer ya a los 20 o a los 30, para quien busca para sus propios hijos una vida más auténtica.

Y entonces estas personas se dedican a cuidar su salud. No fuman. Aprenden artes orientales, yoga, tai chi, meditan, se preocupan por lo que comen, buscan frutas y verduras sin agentes químicos, rechazan alimentos industrializados y así acortan el camino entre la naturaleza y sus bocas, plantan hierbas en maceteros o en el jardín, intercambian sitios de información interesante respecto a mil temas distintos, crean comunidades virtuales y después también en la realidad, caminan más, saben obtener cosas y servicios sin gastar innecesariamente, y miran con recelo el mundo del comercio. Algunos se van a vivir lejos, a lugares donde la naturaleza está más cerca del hogar, o a una pequeña ciudad donde, al decir de uno de ellos, puedo ausentarme brevemente del trabajo e ir a casa al baño si quiero.

La señora retoma el baile que practicaba de adolescente. El viejo compra el instrumento musical que siempre quiso tocar y va a clases. Otro estudia arqueología, se sumerge en historia y biología, indaga por los orígenes de todos nostros. Y esa mujer va a aprender al campo lo que aún queda por aprender de los viejos y de los ancianos. Visita lugares que le fueron importantes en su niñez, pregunta por personas, camina, se admira - y más tarde vuelve transformada, más silenciosa y contenta.

Está en nosotros vivir y crear la cultura que queremos, no tenemos por qué asumir ciega y obedientemente la de otros. No tenemos por qué hacer nuestros los llamados del marketing, compra, compra, compra, ni creer todo lo que dicen quienes ofrecen sus servicios profesionales altamente tecnologizados. Sólo la naturaleza saber crear salud y vida, sólo las emociones dicen lo que cada uno de nosotros necesita en el aquí y en el ahora, sólo una autonomía bien asentada en nuestras fortalezas naturales nos sabe enfrentar con vigor interno y madurez a los múltiples vendedores que nos rodean y que nos conminan a gastar en lo que ofrecen. Los jóvenes, los muchachos de aquí y allá, están iniciando con mucha ingenuidad un cambio hacia un vivir distinto, más sano y tal vez también más sabio. Algunos adultos, muchos de ellos quebrados en su corazón, también lo intentan y lo consiguen. Aprenden a trabajar para vivir y no al revés. Aprenden a vivir sus vidas a partir del contenido que nace de las profundidades de lo propio, a partir del status que conquistan con su salud y su alegría de vivir, a partir de las acciones que no sólo van a favor de sus intereses individuales sino que también incluyen los intereses de los demás. Y lo que dejan detrás de sí, el vivir para trabajar, para comprar, para pagar la deuda, para sobresalir y pretender ser más que el otro, esto que dejan detrás de sí, parece ahora, desde la mirada de sus vidas nuevas y más auténticas, una pesadilla de la cual tuvieron suerte de salir a tiempo.

El modelo socio-económico imperante en la mayor parte del mundo (y en nuestro país) parece haber resuelto algunos problemas de naturaleza económica, aunque la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando, la depredación de recursos naturales ha crecido vertiginosamente, y la suerte de los más pobres sigue siendo siniestra (muere un niño pobre cada 10 segundos). La minoría de seres humanos que podemos usar un computador estamos expuestos a niveles de stress no imaginables una o dos generaciones atrás. Hemos elevado la cantidad promedio de años de vida pero a costas de un deterioro de la calidad de vida.

Entre las muchas otras cosas que han quedado en el camino está la sensación de pertenencia, de sentido, de arraigue, de estabilidad. Nuestras sociedades han sacrificado en aras del desarrollo económico otros ámbitos de desarrollo y de mucha riqueza para nuestros antepasados: ámbitos éticos, estéticos, de espiritualidad, de arte serio, de validez existencial. La imagen de la ratita corriendo desesperadamente en la rueda de la producción representa la vida de muchas personas agobiadas.

Como resultado de nuestra experiencia reunida en nuestro trabajo en el Centro de Desarrollo de la Persona presentamos talleres y consultoría en el tema sentido de vida.

La vitalidad es la energía biológica que sustenta los más diversos procesos y funciones del ser humano. Del trabajo psico-oncológico realizado durante más de dos décadas en el Centro de Desarrollo de la Persona emergió un conjunto de conceptos de estilo de vida destinados a cuidar y optimizar la fortaleza de la vitalidad, y con ello a reconquistar salud y aptitud vital.

Si usted quiere más que ser curado de alguna enfermedad de lento desarrollo (de una enfermedad de la edad) y quiere restablecer su salud a su nivel más alto posible encuentra en esta obra los factores más importantes a tomar en cuenta en el precioso camino de vuelta. Igual es el caso si usted quiere evitar y prevenir enfermedades de lento desarrollo o si usted quiere actualizar sus potenciales personales guardados en su intimidad y darles expresión en el mundo externo, vivir de acuerdo a sus necesidades individuales y crear un camino de auto-realización basado en los factores exclusivos más profundos de su persona.

Hemos reunido el nuevo conocimiento sobre el cáncer y sobre cómo enfrentarlo, conocimiento que ha emergido en las últimas décadas en distintas partes del mundo, y también en nuestras actividades tanto terapéuticas como de investigación y desarrollo efectuadas en el Centro de Desarrollo de la Persona, en Santiago, Chile.

Los estrictos parámetros de la oncología tradicional (hoy en día aún de moda en la mayoría de hospitales y clínicas) se han puesto seriamente en duda en ciencia y práctica, y se han renovado por un creciente cuerpo de conocimientos, datos, reservas, cuidados, y sobre todo por experiencias de enfermos dados por perdidos por oncólogos tratantes y que han construido un camino de vuelta a la vida con métodos, estrategias y prácticas "amicables" con la vida y su biología, todo al margen de la oncología tradicional, desde luego.

Compartimos en el CDP Bücher y Middleton este conocimiento y estas prácticas. Complemente usted este conocimiento con búsquedas propias, con conversaciones con profesionales de la salud (médicos oncólogos y también con médicos ajenos a la oncología, con enfermeras, psicólogos y científicos biólogos) y con profesionales ajenos a ella (juristas, ingenieros, religiosos, expertos en bioética asistencial) y con personas que han padecido esta enfermedad y sus tratamientos. Pregunte todo, por distintos tratamientos disponibles dentro y fuera de la oncología tradicional, tasas de éxito, qué es éxito, efectos secundarios, incidencia y gravedad, sobrevida con y sin el tratamiento en cuestión. Lea libros editados este año, lea artículos científicos, busque en internet. No deje piedra sin voltear si le interesa el tema. Es su salud, y ella depende de usted, sólo de usted, así también las decisiones que usted toma respecto a ella y a posibles tratamientos ofrecidos, a condiciones y límites (según la nueva legislación sobre protección de la autonomía del paciente). No se deje atropellar, no se deje amedrentar, no se deje apurar. Cuidese, infórmese, medite.

La autonomía de la persona es un derecho fundamental garantizado por constitución y leyes. Nadie pierde este derecho por el hecho de entrar a una sala de urgencia o por estar en la consulta de un médico. Qué ha de ocurrir con su cuerpo es un asunto suyo y de ninguna otra persona. Si usted no entiende lo que significa lo que un médico le explica y propone entonces estudie, pregunte, infórmese, o delegue estas funciones en una persona de su entera confianza, en otro médico, un pariente cercano, alguien con experiencia en estos asuntos. Recuerde, la medicina de hoy y los sistemas de salud relacionados proponen tratamientos con énfasis en la rentabilidad económica de la institución, de los profesionales y de los procedimientos involucrados, no funcionan como en viejos tiempos donde el médico - ajeno a consideraciones económicas - daba lo mejor de sí según conocimientos, experiencia, cercanía y conocimiento del paciente. Es tarea de cada uno de nosotros preocuparnos por nosotros mismos, cuidar nuestra salud y saber de cualidades, deficiencias y daños resultantes de toda intervención propuesta en caso de enfermedad. El derecho a la autonomía de la persona es una bendición - protectora de paternalismos y prácticas peligrosas - pero obliga a enfrentar muchas cosas que antes parecían no necesarias: el auto-cuidado, estudiar e informarse, el meditar y asumir una ampliada auto-responsabilidad, algo nuevo para muchos.

Cáncer es una enfermedad compleja, de larga gestación, irregular en su desarrollo, que abarca y compromete varios sistemas de la biología de la persona. El tumor resultante es sólo la última manifestación de este complejo acontecer.

Conductas biológicamente inapropiadas ejercen a nivel celular una presión epigenética destinada a debilitar la estabilidad genética y desviar su normal funcionamiento , y así poder producir cambios que le permitan a la célula encontrar una combinación nueva de funciones que la hagan viables biológicamente, a ella o a su decendencia. Los cambios son muchos, y entre los muchos que se producen hay también, desgraciadamente, unos pocos que son conducentes al cáncer. La gran mayoría de los cambios no son viables, no logran crecer hasta la madurez o no logran reproducirse en forma eficaz. Pero basta que haya unos pocos cambios cancerígenos para estar frente a un problema.

El sistema inmune detecta estas células anómalas y las destruye. Pero cuando el sistema inmune está débil, o se le ha debilitado intencionalmente (con drogas de efectos supresores u otros) deja de pesquisar y destruir adecuadamente estas células cancerosas. Cuando esto ocurre la célula cancerosa comienza a dividirse en forma progresiva. De no haber una eliminación de las conductas biológicamente inapropiadas por parte de la persona afectada, este conjunto creciente de células anómalas seguirá reproduciéndose y formando un tumor. Al cabo de unos 5 a 30 años este tumor será diagnosticable (tendrá entre 1mm a 1cm de diámetro). Si el tumor sigue creciendo en forma inalterada llevará a la muerte de la persona que lo generó.

Descomponiendo la historia del tumor se pueden aprender muchas cosas útiles para debilitarlo y eventualmente hacerlo necrosar (morir).

Lo más importante para sanar de un cáncer es eliminar la presión epigenética que permitió el cambio de conductas genéticas. Dicho de otra manera: hay que aprender a vivir sanamente, hay que darle a las células un ambiente y una alimentación adecuada a las características implantadas en ellas por las leyes de la selección natural y que han operado sobre ellas en forma constante durante los últimos millones de años. Hay que hacer (casi) tanto ejercicio como hacían nuestros antepasados lejanos. Hay que saber relajarse, hay que saber vivir sin tensión, y si la hay, hay que saber disolverla. Hay que saber ser autónomo y no seguir corriendo detrás de cada costumbre cultural. Hay que saber encontrar momentos de paz, de recogimiento y de placer. Hay que saber generar desafíos personales arraigados en procesos y estados de madurez de nuestra biología (más que en asuntos de nuestra cultura) e intentar conquistarlos. Hay que saber vivir con sentido.

Generando un ambiente sano a nuestra persona lo estamos haciendo también para cada una de nuestras células. Si además a estas células le proveemos de un entorno equilibrado (una matrix no ácida) y las alimentamos con aquello con lo cual quieren ser alimentadas (todo aquello a lo que están acostumbradas) entonces desaparece la necesidad de adaptación epigenética, no hay stress a nivel celular y por tanto no hay presión para alterar la estabilidad a nivel de núcleo celular.

La energía biológica que ordena y empuja esto que somos cada uno de nosotros, la vitalidad de cada persona, es lo más importante en nuestra vida. Si la debilitamos se desordenan varios sistemas y dejan de funcionar en forma adecuada: el metabólico, el encargado de crecimiento y sustitución de células y tejidos, la capacidad para enfrentar la existencia con sus muchas exigencias, etc, y sobre todo el sistema inmune. Poca vitalidad significa mal sistema inmune. Es necesario mantener la vitalidad en su óptimo o volverla a él. Una vitalidad alta, funcionando correctamente y expresando los potenciales inherentes de la persona, son la gran garantía para no enfermar - entre otras cosas también de cáncer. Y si usted ya está enfermo preocúpese de llevar su vitalidad al óptimo como paso primero y más importante de su recuperación.

La psico-oncología emergió pocas décadas atrás a nivel psiqiátrico como ayuda con la prescripción de drogas a personas afectadas con depresión y angustia debido a la existencia de su cáncer y debido a los efectos de los tratamientos (amputaciones, eliminación de órganos, disfuncionalidad, etc). Pero a poco andar se unieron a los esfuerzos por alivianar la carga del paciente otros profesionales: enfermeras, psicólogos, asistentes sociales, religiosos, y también parientes significativos, quienes brindaron otro tipo de ayuda, menos atropelladora de la persona, de hecho, más respetuosa de las múltiples necesidades emergentes en las condiciones difíciles en que se encontraba el enfermo en los hospitales y clínicas de aquellos tiempos.

En las décadas siguientes a su emergencia la psico-oncología amplió su área de cobertura a asuntos relacionados con el diagnóstico y screening genético, con tratamientos (cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunológico), con zonas afectadas, con reacciones del paciente, con jóvenes, con niños, con personas de edad avanzada, de otras culturas, de distintos credos religiosos, con investigación y experimentación de drogas, con tratamientos psicológicos (conductual, humanista, psico-analítico, de grupo, de expresión artística, telefónico y otros) y un largo y creciente etcétera. Toda esta actividad seguía en la periferia del quehacer oncológico como definido médicamente.

Sin embargo emergieron criterios nuevos aquí y allá, en especial cabe nombrar la aproximación psico-existencial sustentada por Lawrence LeShan (Cancer as a turning point - Cáncer como punto de giro) en Nueva York, en el sentido de dar cabida a la auto-realización de los potenciales personales del enfermo ("canta tu melodía") como condición y fuerza para recuperar la salud.

Desde antes de 1990 se venía preparando en el Centro de Desarrollo de la Persona una postura más metódica y rigurosa en este mismo sentido: pasos a dar para volver a una vida más sana. Basados en la experiencia clínica, especialmente de Jennifer Middleton, y en los estudios, especialmente de Jens Bücher, ofrecieron ellos en el año 2001 un Curso de Estudios Superiores en Psico-oncología, en Santiago y en Argentina, para profesionales médicos, psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales, de dos años de duración, curso que se repitió en años posteriores. Durante la primera versión de estos cursos Jens Bücher planteó la necesidad de ir a los inicios del cáncer y de actuar sobre los factores de riesgo oncológico operantes en esta etapa y posteriores, la necesidad de salir de la dependencia científica y práctica del restringido ámbito oncológico tradicional, y de proponer las bases científicas para una psico-oncología pro-activa con directa participación del paciente en la reducción del riesgo oncológico, optimización de la vitalidad, enfrentamiento eficaz del stress y la búsqueda de su auto-realización, todos conceptos que expuso también en universidades y congresos oncológicos y psico-oncológicos en Mendoza, Córdoba, La Habana y Santiago.

La psico-oncología reactiva (tradicional) cubre la etapa y los cuidados definidos por un diagnóstico de cáncer. La psico-oncología pro-activa busca además eliminar los factores que llevan a los cambios genéticos iniciadores y sustentadores del cáncer.

En esta nueva visión - proactiva - de la psico-oncología el concepto de vitalidad juega un rol central. El conjunto de fuerzas biológicas inherentes a lo vivo (vitalidad) es el depositario de las leyes de selección natural, y constituyen por tanto el mejor modelo de vida para cada especie hoy en vida. Los factores de riesgo de cáncer pueden ser entendidos como agresión a esta vitalidad. La capacidad de reacción y de adaptación de la vitalidad a un entorno tóxico o extraño es extraordinariamente alta, pero no infinita. Cada célula que nos constituye tiene cuatro grados de adaptación frente a agresiones externas:
- el normal, conductas apropiadas para un entorno habitual;
- stress, conductas empleadas bajo condiciones exigentes, poco usuales;
- reacción SOS, liberación de la estabilidad genética relacionada con el factor estresante más crítico, con el fin de permitir la emergencia de cambios genéticos dentro de los cuales ojalá aparezca un cambio que esté mejor adaptado a las actuales condiciones - para sí misma o para su descendencia;
- suicidio - apoptosis - abandono de escena para dejar más espacio de acción a las células más jóvenes.

Una mala alimentación, con elementos poco digeribles y/o tóxicos, estresan a las células, las que deben trabajar más para defenderse, digerir o eliminar este mal alimento. Células cansadas, agotadas, tienen menos dinámica, excitación y fuerza que ofrecer al conjunto total de la persona. Como resultado declina su vitalidad. - Otros factores inciden de igual manera sobre la célula y después sobre la persona: aire contaminado, poco sueño o a deshora, poca o mucha agua, excesos de sales, acidez en la matrix celular, exceso de glucosa, etc.

Una persona expuesta al stress existencial en forma prolongada también agota los recursos de cada célula. De hecho, el stress parece ser el mayor depredador de ella. Aprender a enfrentar el stress en forma sana, diferenciando amenazas conceptuales y/o valóricas (poco importantes) de las estrictamente biológicas (importantes), soltando, renunciando a lo inevitable, desafiando la exitencia en aquellos ámbitos con significado biológico personal, relajándose, etc, son tal vez las actividades más importantes a la hora de optimizar los recursos de vida disponibles para vivir bien y para sanar de una enfermedad como el cáncer.

Una psico-oncología proactiva, basada en el respeto por nuestra vitalidad, parece ser una herramienta muy eficaz para volver de un cáncer. Es lo que llama la atención en aquellas personas que, desahuciadas por sus oncólogos después de recibir los tratamientos oncológicos de moda, han vuelto a la vida y a desplegar sus potenciales durante decenas de años después de la sentencia expresada por su médico, personas ahora repuestas, fecundas y felices.

Postulamos junto a Hans Selye, el fundador del concepto stress, postulamos junto a los creadores de la medicina china y junto a los innumerables científicos dedicados actualmente al tema (entre ellos Dean Ornish), que la relación entre el bienestar de las células está estrechamente ligado al despliegue sano y vigoroso de nuestra vitalidad, y que, dicho negativamente, el deterioro de este bienestar celular menoscaba el recto funcionamiento de la vitalidad y de nuestras funciones biológicas. Postulamos también, al igual que ellos, que el stress existencial del individuo deteriora el bienestar y la salud de las células. Postulamos, en resumen, que hay un muy estrecho vínculo entre stress personal y stress celular, y que este vínculo es válido en ambas direcciones.

Si usted come mal, y mucho, las células tendrán una tarea difícil por delante tratando de metabolizar lo que usted ingirió, y defendiéndose de los tóxicos incluidos en esta su mala alimentación. El stress celular llevará a una pérdida de su vitalidad, usted no estará en las mejores condiciones para enfrentar los retos de la existencia. Esto es el corto plazo. Si usted habitualmente come mal usted vivirá su vida por debajo de sus potenciales disponibles y enfermará prematuramente.

Si usted habitualmente come en forma sana sus células tendrán un buen pasar, sin duda. Pero si su existencia implica vivir de stress en stress estas células vivirán cansadas, agotadas, incapacitadas para reponerse bien entre crisis y crisis de tensión. Se debilitarán y no serán capaces de generar la vitalidad que usted requiere para enfrentar la existencia en forma despierta, atenta y vigorosa. El mismo círculo vicioso. Y el mismo final poco feliz: enfermedad prematura.

Hemos desarrollado herramientas conceptuales (y hemos incluido prácticas ampliamente conocidas) para contrarrestar el impacto negativo del stress. Incluyen la diferencia entre amenazas mentales y amenazas a la vida, la reorganización de prioridades vitales tomando en cuenta esta realidad (entre otros muchos otros factores), la necesidad de integrar emociones a un todo coherente y autónomo, la expresión de sentido personal, el rechazo de todo factor estresante de nuestras células (mala alimentación, mal aire, tensión, tóxicos químicos, físicos, biológicos y de campos electromagnéticos), la integración de ciclos a nuestra visión de mundo, la necesidad de una práctica diaria de relajación, yoga, ejercicio y meditación, la eliminación de estresores o su transformación en desafíos, etc.

Si usted se interesa en vivir una vida de mejor calidad y de menor impacto de enfermedades, o si usted busca herramientas profesionales para desarrollar de mejor forma los retos planteados por su trabajo, si quiere desarrollar su creatividad, su compromiso y su vigor para desafiar aquellas cosas que tienen sentido personal para usted, quizás usted quiera enfrentar el stress de manera más sana y clara.

Nada hay que pueda evitar la ocurrencia de eventos peligrosos como un terremoto o una tormenta de granizos, y a veces hay muy poco que se puede hacer para evitar la ocurrencia de otros peligros como un crimen o malas prácticas profesionales. Pero hay mucho que se puede hacer para estar preparados para ese momento. En algunos casos es el poder disminuir sus efectos, en otros achicar las posibilidades de su ocurrencia. Está en nosotros el asumir esta responsabilidad.

La responsabilidad es válida ante nosotros mismos. Porque la que es emergente de acuerdos, documentos, asignaciones, nombramientos, etc. habitualmente deja rápidamente de ser efectiva con el paso del tiempo.

Hacerse responsable frente a sí, por sí y por quienes están cerca y eventualmente dependen de uno/a, es un acto que ocurre en las profundidades de la propia intimidad. No hay extraños comprometidos en una tal decisión. Es el placer de levantarse a la altura de un desafío existencial grande e importante. Hay mucho que se puede hacer para salvar vidas, para evitar accidentes, para mitigar el sufrimiento ajeno y propio. Un poco de trabajo todos los días, no mucho más que eso - y después de días, meses y años la diferencia puede ser muy grande.

Según las prioridades que establezca la persona y de acuerdo al tipo de peligro que se quiera enfrentar proactivamente se gestiona un programa multi-proyecto de prevención del peligro, de disminución de sus efectos y de mitigación del dolor y del sufrimiento relacionados.

Los animales cuidan sus vidas permanentemente, casi no hacen más que estar al servicio de quienes son, de sus vidas, de sus potenciales. ¿Lo hacemos nosotros?

A veces nos gusta creer que hemos conquistado grandes espacios de seguridad, frente a la naturaleza, frente a la posible maldad de otros seres humanos, frente al azar. Nos gusta pensar que estamos seguros dentro del grupo humano al cual pertenecemos. Pero la realidad no siempre va de la mano de nuestros anhelos.

Hay pocos desafíos más bellos a asumir que el hacerse responsable de lo importante, como - por ejemplo - el enfrentar los peligros de la vida en forma seria, rigurosa y lo más efectiva posible.

Podemos clasificar (toscamente) el peligro según su origen en:

- natural:

terremotos
maremotos (tsunamis)
oleaje desmesurado (con mareas o en alta mar)
inundaciones (lagos, ríos, lluvia, lava)
erupciones volcánicas
deslizamientos de tierra, nieve, roca
incendios
tempestades
sequías
granizo
meteoritos

responsabilidad disminuida (individual, comunitaria, política)
malas prácticas profesionales y técnicas
salud (falta de auto-cuidado, a veces ciencia médica y protocolos inadecuados)
conductas (drogas, ebriedad, mala conducción de vehículos, agresión)
protestas sociales violentas y su represión
maldad individual (demencia, crimen)
maldad colectiva (terrorismo, saqueo, vandalismo)

industria (negligencia, engaño, accidentes)
instalaciones y depósitos nucleares (defectos físicos y en procedimientos)
infraestructura nacional (antigüedad, falta de control)
energía (en manejo, depósitos, traslados, uso)
transporte (controles de calidad, uso)

El trabajo de prevención del peligro surge del análisis de este listado. Cada persona y cada comunidad de personas (según lugar, tipo de trabajo, preferencias, etc) crea una escala de prioridades de solución acorde con sus necesidades y anhelos. La mejor forma de llevar adelante un programa de prevención amplia es por medio de una gestión multi-proyecto.

Cada persona ha de enfrentar su propia gestión multi-proyecto, en la que volcará sus preocupaciones y experiencias personales, sus necesidades y sus anhelos. Pero además ha de integrarse a un colectivo de personas (o varios colectivos distintos) con el fin de ayudar a la creación de multi-proyectos comunitarios significativos y eficaces.

Crear y colaborar en proyectos de prevención de riesgo abre instancias muy significativas a las personas por su estrecha relación con un sentido de auto-realización: la posibilidad de ayudar a la sobrevivencia de sí y de otras personas tiene un atractivo existencial llamativo e importante.

En las últimas décadas se ha desarrollado en el mundo, especialmente en EEUU, Canadá y Europa, un cuerpo de conocimientos, actitudes y acciones de índole moral, ético, valorativo, respecto a las prestaciones de salud. Se inició en particular en torno a la necesidad de proveer seguridad a las personas que se sometían a protocolos de investigación médica ("bioética en investigación"). Más tarde se amplió esta preocupación a todas las personas que de una u otra manera accedían a servicios médicos ("bioética asistencial").

Hoy en día es casi imposible hacer - en cualquier parte del mundo - investigación biológica y/o médica al margen de una supervisión bioética, aunque los niveles de rigurosidad y seriedad aún varían considerablemente de país en país, y a veces de caso en caso. Toda institución en la cual se hace investigación científica debe contar con un Comité de (Bio-) Ética en Investigación, comité que debe estudiar, aprobar y supervisar el desarrollo del protocolo de investigación de acuerdo a pautas éticas y morales comúnmente aceptadas a nivel internacional.

Asimismo se está imponiendo paulatinamente en el mundo la creación de Comités de Ética Asistencial en el seno de instituciones sanitarias (y también en forma externa a ellas) con el fin de garantizar el respeto a la autonomía de las personas frente a los prestadores de servicios de salud, entre otros fines. Se ha estimado conveniente separar los ámbitos técnicos de los ámbitos valóricos. No todo lo que técnicamente se puede hacer es correcto o deseable realizarlo, si la persona afecta a los tratamientos propuestos no los quiere recibir, por las causas que fueran. Quien decide sobre tal o cual intervención no es ahora un plan de salud, un médico, o un protocolo establecido, sino la persona afectada o su representante.

Otros objetivos incluyen, más allá del respeto a la autonomía de cada persona, velar por la beneficencia (y además la no maleficencia) y por temas de justicia en el acceso a los servicios disponibles y/u ofrecidos.

Los comités de ética asistencial tienen habitualmente 3 áreas de acciones preferentes:
- en primer lugar, los servicios de consultoría caso a caso para los profesionales expuestos a asuntos de índole valórica, para los pacientes, sus representantes y familiares, y para otras personas o entidades que así lo requieren;
- los servicios de proposición de políticas dentro de la institución;
- los servicios de educación en bioética.

Desde la entrada en vigencia de la ley 20584 la institución - a la cual usted accede para recibir atención médica - debe contar con:
- un comité de (bio)ética asistencial propio o vinculante (y por tanto, los profesionales tratantes se deben regir por normas bioéticas, prácticas y acuerdos pertinentes), y
- una instancia de información relevante para el público.

Las acciones de una persona o de un profesional se realizan dentro de un contexto. Este contexto puede ser de diversa índole: comercial, económico, familiar, ético, etc. Cuando el contexto relevante es de carácter ético se requiere de principios para la creación de un marco de referencias adecuado. Un principio ético es un elemento base para la formulación de un marco de referencias moral. Corresponde a un concepto de conducta fundamental desde el cual se pueden desarrollar otros criterios y evaluaciones. Hay tres principios éticos básicos en el ámbito de la bioética: respeto por la autonomía de las personas, beneficencia (junto a no maleficencia) y justicia. Aunque cubren campos de acción distintos constituyen ellos el núcleo bioético por excelencia.

Estos tres principios no son sin embargo suficientes para realizar evaluaciones morales exhaustivas: la complejidad de la realidad habitualmente hará necesario el desarrollo de un conjunto más sofisticado de análisis, apreciaciones y criterios relevantes al caso, y la concurrencia de personas con miradas distintas, que en casos aislados (y afortunados) pueden ser también complementarias.

El respeto por la autonomía de la persona arraiga en la importancia de la libertad personal y de la libre elección, ambas sostenidas por la tradición moral y política en Occidente. La capacidad de decidir por sí mismo en aspectos esenciales de la propia vida implica:
- tener comprensión de los tópicos en cuestión - sujeto a valores, prioridades y creencias propios,
- defensa en contra de restricciones de cualquier tipo, y
- defensa en contra de limitaciones a la capacidad de decidir libremente.

Respetar la autonomía de una persona incluye tratar a esta persona con respeto y comprensión, no sólo en cuestiones de suma importancia sino también abriéndose a entenderla en cosas más simples, a escucharla, a dar información apropiada, a ayudarle en todo sentido y no a actuar sobre ella en forma altiva, autoritaria, engañosa o coercitiva.

La autonomía de las personas se debe limitar cuando las acciones de esta persona pueden vulnerar la de otros, ser un peligro para terceros o de otra manera contrariar intereses sociales considerados importantes, y cuando disminuyen otros principios moralmente significativos: beneficencia o justicia, por ejemplo.

El principio de respeto por la autonomía de la persona es el principio central de las nuevas prácticas de la medicina contemporánea. Un asunto de valores personales (y a veces sociales) ha ingresado a la práctica de la medicina, y es el comité de ética asistencial el encargado de dar apoyo a las personas cuando emergen situaciones de complejidad valórica. Los principios de beneficencia, no maleficencia y justicia también se consideran en estos comités, pero probablemente no con la misma frecuencia ni en forma tan crítica como los relacionados con la autonomía del paciente.

El objetivo principal de los servicios ofrecidos en medicina, incluidos los de enfermería, debe ser la promoción de la salud curando o previniendo enfermedades. Más allá del legendario primum non nocere (antes que nada no dañes) el principio que sostiene el quehacer terapéutico es uno de bondad para con el paciente, su recuperación, su bienestar y una positiva asistencia. La beneficencia es considerada, al igual que el respeto por la autonomía del paciente, un principio básico en bioética, y para muchas personas es más importante que ese. (Otras personas destacan que la benevolencia no debe ser parte de la beneficencia, y que más importante es no hacer daño, prevenirlo o eliminarlo (la no maleficencia), siendo la promoción del bien (beneficencia) una demanda moral eventualmente exagerada en escenarios de prevalencia de optimiazación de rendimientos económicos.)

Hay profesionales médicos, asistenciales e investigadores, que aceptan trasgredir el principio de no hacer daño argumentando que se debe buscar un balance positivo entre los riesgos a incurrir y los posibles beneficios resultantes de las intervenciones cuestionables. Detractores de esta posición no aceptan beneficios en estas condiciones y sostienen que es necesario - sin dudas - buscar otras soluciones que positivamente aminoren el riesgo y el daño de cualquier intervención.

El principio de justicia ubica a la persona en relación al ámbito social al cual pertenece, y habitualmente connota la idea de distribución: de bienes, de recursos, de servicios, etc.

Se han propuesto las siguientes ideas distributivas:
- a cada persona una parte equivalente
- según necesidad individual
- de acuerdo a capacidad adquisitiva
- según esfuerzo individual
- según contribución a la sociedad
- de acuerdo a mérito personal,
y otras.

La teoría utilitarista busca el máximo beneficio para todas las partes, y cualquier compromiso que satisfaga esta condición será aceptable moralmente.

La teoría igualitaria sostiene que cualquier desviación de igualdad es injusta. Los recursos materiales y los servicios debiesen ser distribuidos en forma igualitaria, sostienen sus defensores, a menos que una distribución diferenciada sea más beneficiosa para todas las partes o beneficie por lo menos a los más desposeídos.

La teoría liberal en cambio sostiene que las libertadas individuales deben ser respetadas en toda práctica económica, una demanda supra-ordenada a todo otro principio moral. Los libertarios niegan que las personas merezcan un trato económico igualitario, aun si esto conlleva la concentración de medios económicos en manos de unos pocos. El principio de igualdad queda limitado así a la igualdad frente a la ley y respecto a la autonomía debida a cada persona. De esta manera estos teóricos pro rentabilidad económica de los recursos invertidos en la industria de la salud abandonan prácticas de conmiseración para con el desvalido insertas ya en cuerpos legales desde los inicios de la historia (Código de Hammurabi en Babilonia, siglo XVIII AC, Las Leyes del reino Hitita, siglo XVI AC en Anatolia) que mencionan con especial énfasis el cuidado y respeto de viudas, niños y esclavos.

En el ámbito de la asistencia sanitaria el principio ético más importante y frecuentemente apelado parece ser el del respeto por la autonomía de la persona: nadie sabe mejor que usted lo que necesita, quiere y acepta en temas de su cuerpo, de su vida o de su muerte. Lo que para otras personas puede ser importante puede ser para usted de poco interés. Las experiencias de un buen vivir, del ser curado de buena manera, de tener buena salud y de enfrentar un buen morir son experiencias cargadas de subjetividad, y la evaluación de ellas se realiza en los confines más íntimos de cada persona. No hay ciencia, tecnología, plan de seguridad sanitaria, profesional o familiar que pueda valorar en justa medida lo que para una persona en particular es un camino de acción deseable. Debemos aprender a respetar a las personas y también a hacernos respetar a nosotros mismos.

Esto significa que es necesario tomar conciencia de lo que queremos y valoramos, y actuar en forma consecuente. Para unas personas será el cuidar la vida de la que uno es expresión. Para otros no será importante sino realizar acciones en el mundo. Otras personas en tanto elegirán otros tantos puntos de vista.

Usted ¿qué quiere?

El concepto de derechos del paciente tiene hoy una vigencia importante: es la respuesta natural al modo como se administra y aplican servicios médicos en el mundo moderno.

Los derechos del paciente están inmersos en una realidad socio-cultural influenciada poderosamente por las prácticas médicas, económicas y legales existentes en USA. Gran parte de la tecnología en salud de última generación proviene de EEUU y así también el hecho mismo de la tecnificación de las intervenciones médicas. Es más, la industria de la salud en su conjunto es allá una fuerza poderosa que ejerce su poder de diversas maneras, influyendo en su economía, en su política, en la academia, en el poder judicial, en los medios de comunicación y en otras instancias (proyectos de investigación subvencionados, proyectos militares y espaciales, etc). Las repercusiones en el ámbito económico, en especial dentro de la esfera de las intervenciones médicas, son enormes.

El concepto y las prácticas de derechos del paciente se han convertido durante las últimas décadas en una poderosa fuerza capaz a veces de contrarrestar parcialmente el proceso de industrialización y comercialización progresiva de la medicina, y con ello el proceso de convertirse ella en una actividad motivada prioritariamente por el lucro, impersonal y deshumanizada.

Estudios hechos en EEUU indican que el número de muertes por causas iatrogénicas (por médicos, enfermeras, drogas, omisiones, errores, etc) son equivalentes en número a las muertes por causas cardiovasculares o por causas oncológicas, es decir, unas mil muertes diarias en EEUU.

En algún momento cada persona se habrá de enfrentar con la enfermedad y la muerte, propias o de familiares. La necesidad de convertirnos cada uno de nosotros en personas activamente a cargo de la toma de decisiones tiene una influencia muy grande sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Las decisiones sobre intervenciones médicas son decisiones fundamentalmente personales: personas distintas dan valores diferentes a la longevidad, a la funcionalidad, al aspecto, al riesgo, al dolor, al sufrimiento, a las consecuencias económicas, a la confianza en médicos o instituciones, a la carga impuesta a familiares y otros (en casa y trabajo), etc. La necesidad de estudiar, reflexionar y cambiar opiniones con otras personas sobre estos temas va de la mano con la necesidad de abrir puentes de comunicación con médicos idóneos, responsables y defensores efectivos de estos derechos del paciente (médicos versados en bioética asistencial).

Hay tres supuestos de importancia en el análisis de los derechos del paciente:
- las personas tienen derechos de autonomía aceptados internacionalmente (ONU, constitución, leyes) que no se pierden por desarrollar una enfermedad, por entrar a una unidad de cuidados intensivos o por establecer una relación médico-paciente;
- muchos médicos e instituciones ignoran la existencia de estos derechos, dejan de preservarlos, promoverlos y promocionarlos, y limitan su ejercicio sin instancias efectivas de recurso para el paciente;
- la unión médico-paciente en la que se respetan los derechos del paciente y su calidad de persona es el modelo más beneficioso para la toma de decisiones, según la experiencia internacional, tanto para el médico como para el paciente.

El paciente enfermo no siempre está en condiciones de ejercer sus derechos por sí mismo. En estas circunstancias es necesario contar con un defensor de sus derechos (familiar, amigo, representante, abogado) capaz de ayudarle en la toma de decisiones y de protegerlo de negligencias o errores médicos. Este defensor debe estar al tanto de los derechos del paciente y de cómo hacerlos respetar. La meta es prevenir problemas, pero también solucionar los problemas que lleguen a ocurrir inesperadamente.

El término 'negligencia' abarca servicios de salud que están por debajo de los estándares comúnmente aceptados, constituyan delitos o no. El análisis de casos de negligencia pueden parecer poner en entredicho a la industria de la salud, lo que en ciertos casos no puede ser sino real: es necesario generar cambios en las prestaciones de servicios médicos. Pero más importante que juzgar a los actores y debilitar la relación médico-paciente es necesario reforzar esta última en desmedro de otras relaciones de aparente importancia que sean aplicables al médico. El paciente y el médico deben ser aliados naturales que buscan una meta común, pero desgraciadamente los médicos están sujetos a fuerzas externas, tales como los administradores del hospital, administradores del riesgo (económico), los planes de salud y la reglamentación de sus beneficios, el gobierno y sus normas, prioridades personales distintas, etc, instancias que pueden buscar, defender o a veces imponer intereses distintos a los que busca el paciente.

Toda acción humana está inmersa en un contexto social y cultural que define su sentido, su alcance, sus limitaciones, su conveniencia o su reprobación. Las acciones destinadas a cuidar y a ayudar a otra persona en asuntos que afectan su salud y su bienestar tiene una larga historia. Para entender el contexto contemporáneo de las prestaciones en salud es conveniente ver también otros contextos, así como podemos observar cambios durante el transcurso de la historia. Tenemos varios prototipos:

a.- la mujer-enfermera, quien se dedica al cuidado y protección del niño, de la parturienta, del herido, del anciano - desde millones de años atrás (hay de esto evidencia cercana, aunque indirecta, en cuidados semejantes que brindan primates superiores a los suyos);
b.- los chamanes: intermediarios de la espiritualidad colectiva, de salud, de redención, de liberación del mal - desde muchos miles de años atrás;
c.- los médicos: curación de enfermedades y anomalías - desde miles de años atrás:

c1.- el modelo apoyador: refuerzo de procesos sanadores naturales, fortalecimiento, desintoxicación (medicina china, medicina biológica, homeopatía, etc);
c2.- el modelo del conocedor, del sabio, de la figura paterna benigna, del médico de familia: eclecticismo paternalista;
c3.- el modelo del héroe: interrupción de procesos patológicos, cirugía, quema, intervención con sustitutos químicos, aplicación de tecnología (medicina alopática);
c4.- el modelo de guerra contra el "enemigo": Nixon y la guerra contra el cáncer, arsenales, autoridad y obediencia, etc.;
c5.- el modelo tecnocrático y comercial: la mejor técnica al precio de mercado, industrias del seguro de salud, de las cadenas hospitalarias, de centros de atención especializada (cáncer, esclerosis múltiple, cardiopatás, etc);
c6.- el modelo mixto: el chamán-sabio-héroe-militar-tecnólogo-comercial, "el diostor";

d.- los psicólogos, los consultores: auto-cuidado, enfrentamiento del stress, estilos de vida, auto-cuidado y prevención de enfermedades, alimentación, ejercicio, naturaleza, integración de emociones, autonomía, sentido de vida, prioridades existenciales, auto-realización, etc.

Los derechos del paciente buscan proteger a la persona de los excesos derivados de distintos "modelos", y muy en especial hoy del modelo tecnológico-comercial, el que incluye la investigación y experimentación en personas, la restricción por motivos económicos a grupos de servicios sanitarios, la optimización económica de recursos tecnológicos y de infraestructura, en general la rentabilidad de los recursos invertidos en la "industria de la salud", etc.

El enlace que figura a continuación le llevará a una copia del Diario Oficial del día 24 de Abril de 2012, que publica el texto de la ley 20584 (Chile). Ley 20584

Recomendamos a toda persona conocer en detalle lo expresado en los artículos 14 al 18 de la presente ley.

Los campos electro-magnéticos están centrados en torno a emisores de radiación específica. La radiación se ha dividido en dos grupos grandes, la ionizante y la no ionizante. Dentro de cada grupo hay distintos tipos de radiación. En la tabla se dan datos de frecuencia y largo de onda (en metros) para cada tipo, más otras referencias.

No es tema nuestro aquí la radiación ionizante (la que expulsa electrones de átomos y moléculas o separa átomos de éstas) derivada de la radiación solar y de los rayos cósmicos. Habitualmente esta radiación no penetra la atmósfera terrestre excepto en lugares desprovistos de ozono. Tampoco es nuestro tema la radiación ionizante derivada de centrales nucleares, bombas atómicas, de hidrógeno, etc. Sin embargo haremos mención en otra publicación de ciertos fenómenos asociados a instrumental médico clínico o de diagnóstico por imagen que usa esta radiación.

Igualmente no nos interesa aquí el tema del calor emitido por celulares y otros aparatos, y que alcanza y calienta el tejido cercano, o en el caso de los niños, tejido profundo dentro del cerebro.

Pero sí es tema aquí la radiación no ionizante (no expulsa electrones de átomos o moléculas ni separa átomos de éstas). La radiación no ionizante proviene de microondas, radares, celulares, televisión, radio, electricidad y otros agentes emisores de ELF, frecuencias extremadamente bajas. Esta radiación no ionizante proviene en su mayor parte de artefactos producidos por el hombre.

La tierra pulsa a aproximadamente 10 Hz. Nosotros hemos perdido la capacidad para percibir esta frecuencia natural, pero se cree que muchos animales, peces y pájaros (y eventualmente árboles y vegetación en general) son capaces de sentir las pequeñas variaciones que ocurren normalmente durante el día y las estaciones del año a fin de adecuar sus conductas de vida según sea necesario, y que en emergencias - en el caso de animales y pájaros - les permiten huir tempranamente de minas subterráneas antes de accidentes, o en superficie antes de terremotos y tsunamis.

La atmósfera está cargada - en casi todo el espectro de ondas - por emisiones de comunicación, radar y otras. Casi no quedan lugares sobre la faz de la tierra no contaminadas por radiaciones creadas por el hombre. La intensidad combinada de estas radiaciones es especialmente alta en lugares específicos de las grandes orbes, donde las comunicaciones de celulares y otros son particularmente densas.

Donde hay electricidad hay campos electro-magnéticos. Las líneas de alta tensión son grandes emisores de campos eléctricos y electro-magnéticos, así también lo son los transformadores de alta a baja tensión y las bajadas a suelo. Lo son las líneas de distribución en casa y oficina, los motores insertos en computadores, secadores de pelo, máquinas de afeitar, etc, los parlantes, los hornos microondas, los celulares, los routers y en especial los wifi, las luces fluorescentes y halógenas, artefactos economizadores de energía, refrigeradores, lavadoras, secadoras, aspiradoras, herramientas eléctricas de casa y jardín y todo aquello de funcionamiento eléctrico que el vecino quiera tener al otro lado de la muralla.

La frecuencia promedio del cuerpo durante el día es de 62 a 68 Hz. Los campos electro-magnéticos de radiación no ionizante pueden afectar esta frecuencia natural. Cuando la frecuencia baja a 58 Hz aparecen los primeros síntomas de enfriamiento y de gripe; a 55 Hz se presentan debilidad del sistema inmune y desórdenes como cándida (infección fungal); a 52 Hz Epstein-Barr (virus de herpes / mononucleosis), y a 42 Hz cáncer.

Tenemos una capacidad innata para mantener nuestros niveles de energía en zonas normales, pero desde luego factores de stress internos y/o externos pueden alterar esta energía hacia arriba o hacia abajo. Una alimentación específica e intervenciones dirigidas pueden habitualmente restablecerla a niveles normales. Pero en caso de factores de stress relacionados con campos electro-magnéticos la primera y más importante línea de defensa es la no exposición a ellos, o una exposición muy breve a los campos lo más débiles posibles. No estamos dotados por naturaleza con defensas apropiadas para contrarrestar una exposición casi permanente y habitualmente fuerte a estos campos electro-magnéticos producidos por los innumerables artefactos creados con tecnología moderna. Hay estimaciones que sugieren que estamos expuestos diariamente a radiación electro-magnética 10 millones a 100 millones de veces más que nuestros antepasados en la naturaleza. Esta radiación nos envuelve e internamente interfiere con las fuerzas biológicas fundamentales de nuestros cuerpos, incluyendo la comunicación entre nuestras células.

La cantidad de radio frecuencia que absorbe un tejido celular depende de cuán a menudo se transmiten las ondas, del porte de la onda, de la cantidad de energía con que se les crea, y de la cantidad de líquido o grasa en el tejido - cerebros de niños, conteniendo más líquido, absorben el doble o más de la energía de radio-frecuencia que un adulto, y en el caso de la médula en niños, el factor es de diez veces.

Los celulares emiten energía directamente sobre la oreja (cuando no se usa el dispositivo manos libres) y el cerebro contiguo, pero también sobre el nervio acústico, el ojo y las glańdulas salivales y parótidas del lado expuesto al celular, transformándolos en sitios de riesgo oncológico. Por cada milímetro de distancia entre el celular y la piel de la oreja disminuye la exposición cerebral hasta en un 10 % aproximadamente en los primeros distanciamientos.

Los celulares modernos, con cuatro antenas (GPS, email, fono y texto) en el dorso, pueden aumentar considerablemente la exposición dentro del cerebro a radiación de radio frecuencia.

La exposición a radio frecuencia se suma en tejidos y células. Esto significa que a más exposición en el tiempo, mayor el daño. Basados en los primeros estudios al respecto se presume que la juventud de hoy, acostumbrada a usar tecnología relacionada desde temprana edad, presentará mayor incidencia de cáncer cerebral a futuro que las generaciones anteriores comparadas a igual edad.

La reacción biológica a la radiación no ionizante depende de varios factores. Depende de la fortaleza o debilidad genética del individuo, de su porte, de su peso, de la edad, del sexo, de su estado de vitalidad, de su nivel de stress biológico, de la duración de la exposición, de la distancia al origen de la emisión, de la postura respecto a la fuente de emisión (cuerpo, cabeza), de la posición espacial dentro del lugar, del nivel de toxicidad metabólica, y de otros factores aún en estudio.

Quienes más impacto sufren por esta radiación son las mujeres en estado de embarazo y especialmente el feto, los niños y los adolescentes.

La Organización Mundial de la Salud recomienda un límite a la exposición a campos electro-magnéticos con un valor máximo de 3 mGauss. Muchos científicos expertos hacen recomendaciones limitando este valor a 2 ó 1 mGauss.

Como consecuencia de efectos electro-magnéticos derivados de líneas de conducción eléctrica, de radiación de radio-frecuencia y de micro-ondas se ha constatado - bajo condiciones de investigación científica - un sinnúmero de síntomas y efectos patológicos:

Efectos inmediatos: sensibilidad aumentada en ciertas personas, "sonidos" en ausencia de señalaes acústicas y como resultado de vibración intra-craneal (resonancia a las ondas), capacidad de trabajo disminuida, fatiga, pérdida de atención, memoria disminuida, dificultad para aprender, conducta alterada y síndrome de déficit atencional, dolor de cabeza, alergia, depresión, aumento de glucosa en la sangre en diabéticos, síntomas aumentados en personas con esclerosis múltiple, DNA desmembrado y con ello generación de radicales libres, núcleos de célula deformados, epilepsia, aumento de triglicéridos y con ello niveles alterados de grasa en la sangre, aumento de la presión sanguínea, cataratas, disminución en la producción de melatonina, debilitamiento del sistema inmune, stress celular, stress corporal (subliminal); stress celular y todas las patologías desencadenadas por él, y en especial stress en células del cerebro, además de un metabolismo alterado en el cerebro humano.

Efectos a plazos intermedios (días, meses): semen alterado y debilitado, barrera hemato-encefálica debilitada y permeable en ambos sentidos, senilidad prematura, infertilidad.

Efectos a largo plazo (años, décadas): enfermedades de lento desarrollo - cáncer en el cerebro (gliomas) y otras neoplasias relacionadas al lugar y lado de la oreja usada habitualmente al usar el celular, cáncer a las parótidas, glándulas sublinguales, ojo y nervio óptico del mismo lado, cáncer a nervios auditivos del lado nombrado, leucemia, linfoma, cáncer de mama en mujeres y hombres, alzheimer, parkinson.

Las enfermedades de la civilización - en su mayoría enfermedades degenerativas, cáncer, cardiovasculares, diabetes - se asociaban hasta hace poco a los estilos de vida propios de las personas que viven en países de economías desarrolladas. Hoy se asocian crecientemente también a la electrificación de industria, hogar y vías de tránsito peatonales y de automóviles.

La mejor manera de protegerse de la radiación no ionizante es no exponiéndose a ella o reduciendo la exposición al mínimo, esto es, manteniendo la mayor distancia posible a la fuente emisora y reduciendo el tiempo a esta exposición al mínimo posible.

En otras palabras, si usted puede no usar un artefacto emisor de radiación no lo use. Si lo tiene que usar, úselo manteniéndolo a la mayor distancia posible de su cuerpo y por el tiempo más corto posible.

Si cuenta con un medidor de campos electro-magnéticos puede medir los niveles de intensidad en casa y oficina, y de acuerdo a la información recogida reordenar espacialmente muebles y artefactos si es necesario, de modo de minimizar la densidad electro-magnética en los lugares que usted frecuenta, el escritorio, el sillón, la cama.

Si usted trabaja en la industria de la electricidad va a querer contar con cubiertas protectoras, ropa especial y otras soluciones creadas para tal efecto.

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